La entrevista con Humberto de la Calle, egresado de la Universidad de Caldas, se realizó el pasado 8 de octubre en el Óculo del Centro Cultural Universitario Rogelio Salmona. Pablo Rolando Arango lo entrevistó para la serie de vídeos sobre Egresados Destacados. En esta entrevista, el jefe negociador del proceso de paz destacó la importancia de la Universidad en su vida personal, en su carrera profesional y en su contribución al proceso de paz. También envió un mensaje a los estudiantes que recién comienzan la carrera de derecho.
La importancia de su paso por la Universidad de Caldas
¿Qué papel ha cumplido su paso por la Universidad para su vida profesional y finalmente para la contribución que hizo al proceso de paz?
Respondería desde distintos ángulos. Yo sabía de derecho en primer semestre. Ya en quinto empecé a dudar -risas-. Uno empieza a ganar escepticismo: la experiencia está enderezada a aprender a respetar ideas distintas y ese es un elemento fundamental de la formación. Uno adquiere la capacidad de considerar una cantidad de opciones. Pero eso no es lo más importante. Realmente lo más importante, y lo que reivindica a la universidad pública, es cómo los estudiantes se integran a una comunidad polifacética. Me preocupa mucho que el sistema educativo cada vez nos separa más: no hay un punto de encuentro de los jóvenes colombianos. Está el camino de las universidades privadas y el camino de las universidades públicas. Para nosotros – en esta región que incluía el Quindío, Risaralda…- nuestro punto de encuentro, por decirlo con toda claridad, de las clases sociales, de los distintos pensamientos, de las posturas ideológicas, era la Universidad. Entonces uno aprende, en mi caso de derecho, pero sobre todo aprende de la vida. Es decir, uno aprende que hay una sociedad multifacética. Para decirlo en una sola palabra: el pluralismo. No se trata de un pluralismo enseñado (teórico), sino un pluralismo vital, el que uno extrae de sus compañeros y de pertenecer a una comunidad.
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¿Cuándo era estudiante alguna vez imaginó una salida negociada con las guerrillas? A usted le tocó una época en la que todavía el M19 estaba activo, el EPL… ¿Era viable, factible siquiera?
No, en aquel entonces era una cosa utópica. Se hablaba del tema, pero no demasiado. Estaban activas las guerrillas y mi recuerdo me lleva, incluso, desde la condición de estudiante hasta la de profesor. Cuando era estudiante la Federación Universitaria Nacional fue declarada ilegal por Carlos Lleras. Hacíamos un congreso anual. A ese congreso acudían alrededor de 10 mil estudiantes. Éramos muy pocos los que intentábamos preservar las ideas liberales tomando distancia de la lucha armada. El resto del movimiento estudiantil se volcó hacia cambio del régimen político por las armas. Incluso recuerdo que en alguna reunión de esa naturaleza se votó un auxilio de 10 pesos para la guerrilla -risas-. Pero luego, como profesor, me pasó algo que es dramático y sobre lo que estoy escribiendo: muy buena parte del grupo que me tocó (de 25 estudiantes, por decir algo), alrededor de seis u ocho de ellos se fueron para el M19. Allí estaba uno de los jóvenes más brillantes de la Universidad y no solo de la Facultad de Derecho. Era un joven de apellido Suárez. La dirigencia del ejército cometió una gran irresponsabilidad. En aquel entonces se habló de la toma de Colombia por la vía del Chocó. Este joven, un intelectual, se incorporó allí y finalmente murió por los zancudos; no por las balas del ejército. Es una historia muy trágica, muy dramática: un poco lo de Camilo Torres, al que el ELN obliga a recuperar su primer fusil. Es una cosa tremenda.
Mensaje a los nuevos estudiantes del Programa de Derecho
Finalmente, ¿qué le diría usted a un estudiante que apenas entra a la Universidad (en un país como este, justo después de este proceso tan difícil, que apenas se está consolidando) acerca de cómo aprovecharla? ¿Qué le diría sobre los tipos de abogado que existe?
Sí, me parece muy bien empleada la palabra. Está el tipo que quiere ser asesor de una transnacional, el que se interesa por los derechos humanos, el que se forma para ser juez. No hay que abordar de manera peyorativa esas distintas opciones. Lo único que yo recomendaría es entender que el derecho es como esas muñequitas matrioskas: se abre una y aparece otra. Hay que ver en la penumbra, preguntarse qué hay detrás de cada cosa. El derecho es una creación del hombre, es en parte cultural porque recoge una tradición. Pero también está hecho de decisiones adhoc: un congreso, por ejemplo, se reúne y dicta una ley. Esto tiene algo de negativo, pero algo también de positivo: es la capacidad de creación del derecho. En mi caso particular, cuando ya llegábamos a quinto de derecho me decepcioné un poco y me pareció que el derecho era como artesanía. Me decía: “realmente el epicentro está en la política o en la ciencia. ¡Qué es lo que yo estoy haciendo aquí!” Pero, para fortuna de mi vida, me correspondió ser vocero del gobierno en la Asamblea Constituyente del año 91. Entonces ahí, por suerte, vi la otra cara del derecho, que las normas se tienden a convertir en realidades y que la ley tiene un carácter pedagógico: la ley no es solo útil por la coerción, sino porque en sí misma es una enseñanza. Ese sería mi mensaje.
Usted en esa época fue nadaísta o, digamos, estuvo en contacto…
Sí, “filonadaísta”.
La universidad contemporánea tiende a la hiperespecialización. Hay estudiantes que dicen: “yo quiero estudiar derecho civil y nada más”. Quisiera preguntarle: ¿el contacto con la literatura lo enriqueció también?
Sin duda. Primero, porque el mensaje del nadaísmo no era tan político; era más bien más bien la destrucción de una máscara de la sociedad desde lo literario y lo artístico. Hay unos contenidos políticos en Gonzalo Arango, pero finalmente el objetivo era descubrir las realidades detrás de la aparente realidad. Se trataba del espíritu crítico, que es ahora más necesario. Con esta inundación de noticias falsas el primer deber de un estudiante de derecho no es el de tener notas razonablemente buenas; su primer deber es el de tener espíritu crítico para que vaya más allá de las lecciones del profesor. De alguna manera hay que decirlo: como una actitud de rebeldía. Me parece que eso es básico.
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Boletín Nº9
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